Cómo afecta el verano a nuestro cuerpo y emociones

¿Te sientes más alegre en verano pero a la vez el calor intenso te deja agotada? Aunque parezca contradictorio, ambos estados son síntomas frecuentes del verano. Los expertos en psicología aseguran que a la mayoría de las personas los días grises nos hacen estar más alicaídos y el sol nos provoca una sensación de energía sin igual.

Seguramente, por eso, no nos sorprende que países como Islandia, Finlandia y Suecia lideren el ranking de países más consumidores de antidepresivos de todo el planeta, según la Organización Mundial de la Salud. Y es que, la meteorología afecta a nuestro estado anímico y a nuestra salud.

Beneficios del sol

Si la posición del sol, la inclinación de la Tierra y la Luna tienen influencia sobre los círculos de la naturaleza, como las mareas o el crecimiento de las plantas, es lógico que las estaciones repercutan también en todos los seres vivos. El verano nos trae algunos beneficios saludables:

La vitamina del sol: el gran astro nos regala el 90% de vitamina D, esencial para nuestro organismo, ya que fortalece los huesos, incrementa el sistema inmunológico y reduce los niveles de ira y agresividad.
Mejor humor: los rayos solares actúan sobre nosotros estimulando la secreción de dopamina y serotonina (las hormonas de la felicidad), que equilibran los estados de ánimo. En invierno, en cambio, cuando los niveles de esta sustancia caen algunas personas se sienten más tristes y pesimistas.
Mayor cognición: la exposición al sol mejora el estado de cognición de las personas, estamos más receptivos para aprender y estudiar.
Temperatura templada: aunque el sol es la condición atmosférica más feliz, para que nos sintamos bien y sin riesgos, tiene que ir combinado con una sensación diurna de unos 25ºC.
Más energía: en verano estamos habituados a estar más tiempo fuera de casa, relacionarnos más, vivir días más largos… Mientras que cuando llega la lluvia, aparece la apatía e incluso solemos frenar nuestras actividades cotidianas.

Riesgos del calor en verano

Aunque parece que el verano sólo puede regalarnos momentos de placer y bienestar, también puede acarrearnos algunos riesgos y molestias, si no se toman las precauciones necesarias.

Fatiga: las altas temperaturas hacen que sudemos más, causando un descenso de la presión arterial, fatigándonos y bajándonos el tono vital. Por ello, no se recomienda practicar ejercicio físico en momentos de calor sofocante.
Peor sueño: las bajas temperaturas nos ayudan a dormir mejor y disfrutar de sueños más agradables. Mientras que en verano no paramos de sudar y nos sofocamos casi con cada vuelta que damos en la cama.
Ola de calor: el calor intenso puede traernos desagradables riesgos para la salud como deshidrataciones, golpes de calor e, incluso, en situaciones extremas, daños cerebrales. Ante todo, hay que beber mucha agua estos meses.
Piernas pesadas: el aumento de la temperatura provoca que la sangre circule peor y se acumule en las piernas, intensificando la sensación de pesadez y cansancio. En estos casos, se aconsejan hacer duchas de agua fría y realizarse masajes en sentido ascendente (de los pies a los glúteos) con fórmulas cosméticas adecuadas. Existen mezclas elaboradas a partir de aceites vegetales como el sésamo y aceites esenciales, como el lentisco y la menta que reducen la inflamación de las extremidades, drenan, refrescan y estimulan la circulación de las piernas.
Estrés: con el calor intenso aumentan las manías, el estrés y los estados de ánimo exagerados y eufóricos. Está demostrado a lo largo de la historia que las altas temperaturas han incrementado en un 14% los conflictos humanos.

Como casi todo, el verano nos puede dar una de cal y una de arena. Así, para disfrutar de unas bonitas vacaciones y gozar de salud y de buen humor, lo mejor es exponerse el sol con protección solar, hidratarnos a menudo y darnos un baño fresco siempre que podamos.