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Cómo saber mi tipo de piel y qué crema necesito

Somos conscientes de la importancia de cuidarnos el rostro, de llevar una rutina de limpieza facial, de hidratarnos con fórmulas suaves y eficaces y de protegernos la dermis frente al sol, el frío y la contaminación. Pero, ¿sabemos realmente qué crema es la más adecuada para nuestra piel?

Hoy día nos podemos perder ante la gran cantidad de cosméticos que existen en el mercado. Sin embargo, cada piel es un mundo y cada mundo requiere de atenciones concretas. Aunque puede ser que nos dejemos llevar por la textura, la marca o la fragancia a la hora de elegir una crema u otra, lo cierto es hay factor biológico que nos ayudará a dar en el clavo: el tipo de piel.

 

¿Cuál es mi tipo de piel?

Para empezar a hacerse el diagnóstico una misma, tal vez tengamos que responder a un par de preguntas: ¿qué notas en tu piel? y ¿qué problema quieres solucionar? Estas dos cuestiones te darán algunas pistas de a qué tipología perteneces.

Seca: son aquellas que carecen de la humedad necesaria y, por tanto, se ven secas, apagadas e incluso con escamas. Este tipo de pieles requiere emulsiones untuosas ricas en aceites naturales, que ayuden a equilibrar la tirantez y la descamación. Escoge un producto que contenga activos altamente hidratantes, como el aceite Sacha Inchi que reconstruye, fortalece la barrera natural y normaliza el manto hidrolípico.

Mixta: este tipo de piel es como tener varios tipos de piel en uno. Necesita principios activos hidratantes, pero a la vez sustancias que regulen las glándulas sebáceas. La fórmula ideal debe tratar de manera equilibrada las zonas más grasas (la zona “T”, es decir, frente, nariz y mentón), que presentan el poro dilatado, y cuidar también los alrededores (pómulos y contorno de ojos) que están más secos.

Grasa: se trata de una dermis que segrega mayor cantidad de grasa, y que acostumbra a presentar puntos negros, brillos y rojeces en algunas zonas concretas. Ante este problema, hace falta aplicar texturas ligeras y purificantes, con bajos niveles de aceite y con activos que normalicen las secreciones sebáceas. Existen cosméticos muy eficaces, elaborados a partir de aceites esenciales, como el de rosalina, con propiedades antibacterianas y antisépticas, que calman y tratan el exceso de lípidos.

Acnéica: suele tener granitos, de mayor o menor tamaño, que aparecen durante distintas etapas y cambios hormonales (adolescencia, menstruación, etc.). Si estás dentro de este grupo te convienen fórmulas que no dejen la piel oleosa, como por el ejemplo, cremas con extractos ayurvédicos de neem, que se absorbe rápidamente, fortalece las defensas de la piel y mantiene a raya la producción de sebo.

Normal: la tienen las personas que tienen las hormonas reguladas. En general, el sebo y la hidratación están en equilibrio y la piel no es ni demasiado grasa ni demasiado seca. Se aconseja cuidarlas con tratamientos hidratantes, que suavicen y proporcionen a al piel la humedad y la elasticidad que se va perdiendo con los años. Son altamente beneficiosas las cremas con aceites de albaricoque o de oliva, ricos en vitaminas y antioxidantes, que protegen nuestra piel de los agentes diarios (sol, viento, polución).

Sabiendo todo esto, podemos concluir que no eres tú quien elige la crema sino tu piel. Aunque aquí hemos hablado de las diferencias entre las dermis y las necesidades de cada cual, a la hora de elegir una crema también influye la edad que tenemos. Pero ése, será tema para otro post.

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