La Dependencia Emocional es una forma específica de pensar, sentir y hacer en la que el pensamiento central es “yo necesito de un Otrx para estar bien». Sin un Otrx yo no soy.”
La creencia inconsciente es “yo necesito que el Otrx me quiera a toda costa”. Y así es, llegando a pasar por encima de nosotras.
Este pensamiento genera una cascada: el miedo inunda la vida.
El miedo se hace cuerpo a través de la angustia en nuestro pecho (en el esternón). Este miedo que es en realidad antiguo y que lleva tiempo enquistado está en realidad abrazado a una pena en nuestro pecho, en la zona de los pulmones que es donde reside la tristeza.
Estás dos emociones están aprisionadas con una puerta blindada en la garganta en forma de nudo, que se convierte en una bola de fuego cuando se le empieza a dar voz y palabra a esa (o)presión que se siente en el pecho.
La rabia, la frustración, la impotencia se esconde en el estómago. Los famosos “nervios” son nuestras tripas gritando lo que nosotras no nos permitimos gritar por miedo a que nos abandonen y rechacen y por querer mantener una autoimagen de “buenas” con el fin de garantizar la mirada, la aceptación y el amor de los demás.
Dejamos de comer y/o comemos en exceso en un intento de tapar y controlar todo el volcán que se sacude en nuestras entrañas. Pero a veces es ingobernable, y el volcán se desparrama en forma de gastroenteritis y males intestinales.
Nuestra matriz también se revela…alteraciones y dolor en nuestro ciclo menstrual, infecciones y enfermedades en nuestro sexo. Es nuestra inteligencia instintiva instándonos a mirar nuestro “coño” y ver a la clase de abusos que le estamos exponiendo…Lo que estamos permitiendo que le hagan a nuestro centro de vida, nuestro centro creador.
¿Qué conlleva la Dependencia Emocional?
En la Dependencia Emocional todo gira al pensamiento obsesivo en torno a un Otrx. En ese estar en el Otrx, nos desconectamos de nosotras mismas, y concretamente de nuestro cuerpo. Y el malestar general que sentimos no es más que la manera en la que el cuerpo trata de llamar nuestra atención.
Cuando no hacemos caso, el malestar físico se convierte en ansiedad. Que no es más que el cuerpo gritando: “mírame, atiéndeme, vuelve a casa!!!!”
Pero falta un ingrediente que es muy importante que tengamos en cuenta: que en esta cultura, nuestros cuerpos (de mujeres) no nos pertenecen. Nuestros cuerpos no son sujetos, son objetos de uso y placer ajeno. Para eso nos programan, para cuidar y atender las necesidades ajenas. Con el objetivo de ser “buenas” y “obedientes” y estar siempre disponibles…para los demás por supuesto.
Y programadas también para sentir culpa cuando nos conectamos con nosotras mismas, nos priorizamos y velamos por nuestros propios intereses.
Y cuando sentimos…pensamos que estamos enfermas! Sentimos tristeza y vamos al médico a pedir pastillas para anestesiarnos. Sentimos ansiedad y lo mismo. Cuando en realidad, estos son los síntomas que nuestro cuerpo sabio crea para avisarnos de que algo no funciona. Para que dejemos de satelitear en torno a las obsesiones de nuestra cabeza y las vidas ajenas y pongamos el foco en nosotras y en nuestra propia existencia.
El cuerpo es el medio y la posibilidad que tenemos para enterarnos de una vez por todas que quizás estemos sufriendo un mal muy extendido (especialmente en mujeres) y muy vinculado a la cultura llamado Dependencia Emocional.
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